La pregunta resulta obligatoria: ¿por qué tolera Draghi la renovada fortaleza del euro si complica sus objetivos de fabricar inflación y reactivar el crecimiento en la Eurozona? Con el euro por encima de los 1,20 dólares por primera vez desde enero de 2015, la respuesta tiene un marcado acento alemán. En Berlín, un euro más vigoroso no molesta tanto.

 En mayo, la canciller alemana, Angela Merkel, elevó el tono crítico del gobierno alemán con respecto al Banco Central Europeo (BCE) bajo la batuta de su presidente, Mario Draghi. En un gesto inusual, por lo delicado del asunto y la relevancia de quien lo dijo, Merkel fue tajante. “El euro está demasiado débil”, sostuvo, y tampoco ocultó la que, a su juicio, era la causa de esa debilidad: la actual política monetaria del BCE.

Esta política consiste en la combinación de los tipos de interés más bajos de siempre, con los oficiales en el 0% y los de depósito en el -0,40%con una estrategia de expansión cuantitativa(QE,por sus siglas en inglés) bajo el programa de compras de activos (APP) mediante el que el BCE sigue dedicando 60.000 millones de euros al mes, al menos hasta finales de 2017, a la compra de deuda en el mercado.

El mensaje de Merkel fue captado por el mercado. El euro, que se movía en torno a los 1,12 dólares, saltó hasta los 1,126 dólares. La ‘jefa’ había hablado y los inversores estaban reaccionando. Faltaba conocer otra respuesta, la del principal interpelado por las palabras de Merkel, Draghi, al que una divisa más fuerte le complica la vida. ¿En qué sentido? Una moneda más fuerte ejerce presiones desinflacionistas, frena la exportación y endurece las condiciones monetarias, todos ellos efectos contrarios al objetivo del BCE de ‘fabricar’ inflación y crecimiento en la Eurozona con la pretensión de afianzar la recuperación.

TRIPLE INFLUENCIA ALEMANA

Tres meses después, el euro supera los 1,20 dólares. Si Merkel quería un euro más fuerte, ya lo tiene. Con la inflación alemana mostrando los niveles más altos desde 2013 -en julio se situó en el 1,7%, aunque en febrero llegó incluso al 2,2%- y con la economía aspirando a crecer más de un 2% en 2017 por primera vez desde 2011, en Berlín no se ve con malos ojos que una divisa más robusta ejerza la función de contención que no desempeña la expansiva política monetaria de Draghi. Y esto, a menos de un mes de las elecciones federales alemanas del 24 de septiembre, no es poca cosa los intereses electorales de Merkel.Merkel se quejó en mayo de que el euro estaba débil. Se cambiaba a 1,12 dólares. Ya acecha los 1,20 dólares, y no le viene mal como muestra de ortodoxia para sus intereses ante las elecciones de septiembre

Y aún hay otro factor con acento alemán. Por encima de los 1,19 dólares, la ‘moneda única’ marca su cambio más alto contra el ‘billete verde’ desde enero de 2015. Es decir, desde que el BCE preparó el camino para el QE, anunciado el 22 de enero de ese año y cuya ejecución comenzó el 9 de marzo. Un QE que en las últimas semanas ha vuelto a ser objeto de polémica, puesto que el Tribunal Constitucional alemán entendió que el BCE se ha vulnerado su mandato con las compras de deuda en el mercado, razón por la que lo ha remitido al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) para que se pronuncie al respecto.

Con Merkel quejándose de un euro débil, con un euro más fuerte favoreciendo a los ortodoxos intereses alemanes y con el Constitucional cuestionando la legalidad del QE, el ‘silencio’de Draghien las últimas semanas, especialmente en el simposio de Jackson Hole, con respecto a la fortaleza de la divisa europea suena a concesión. Incluso el banquero italiano puso de su parte en la reciente carrera del euro con el discurso que, a finales de junio, pronunció en Sintra (Portugal), en el que dio alas a la divisa europea al afirmar que “la amenaza de la deflación [en la Eurozona] ha desaparecido y las fuerzas reflacionistas ya están en juego”. Estas palabras sonaron como el anticipo de la futura -y gradual- retirada de los estímulos por parte de BCE.

DESDE AQUEL VERANO DE 2012…

Con estos ingredientes, el euro constata que el de las divisas es el mercado más abonado para las sorpresas. Cuando terminaba 2016, abundaban los bancos de inversión y las firmas de análisis que profetizaban la paridad entre el euro y el dólar en 2017. Consumidos ocho meses del año, de la paridad no ha habido ni rastro y el euro acumula una apreciación del 13% contra el ‘billete verde’.

Semejante tirón se apoya en una racha que no se veía desde hace casi cinco años. El euro puso en marcha el motor alcista en marzo. Y hasta hoy. Salvo viraje en las próximas sesiones, cerrará en agosto su sexto mes alcista consecutivo, una secuencia que no se observaba desde los seis meses que enlazó entre agosto de 2012 y enero de 2013. O lo que es lo mismo, desde que Draghi se comprometió en público a “hacer todo lo que sea necesario para salvar al euro”.

Draghi tendrá otra oportunidad para pronunciarse el próximo 7 de septiembre. Sus palabras serán claves para saber si el euro continuará subiendo o no. O su silencio. Porque quien calla otorga.

Todo ello, aunque por el camino la otra parte, el dólar, ha recibido dos subidas de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal (Fed) estadounidense, en marzo y en junio, para llevarlos del 0,50-0,75% al 1-1,25%. Sin embargo, las dudas con respecto a las políticas económicas y fiscales que podrá ejecutar realmente el presidente estadounidense, Donald Trump, y con respecto a cuándo volverá a subir los tipos la Fed -se esperaba otro aumento en 2017, pero cada vez está menos claro– han pasado factura al ‘billete verde’. “El mercado interpretaba que el silencio [en Jackson Hole] en torno a las próximas acciones previstas en materia de política económica y más concretamente en el lado de EEUU hacen que desciendan las posibilidades a una subida de tipos en diciembre”, valoran desde Alphavalue.

Por el contrario, las presiones alemanas con respecto a la continuidad de la ‘alegre’ política de Draghi y la evidencia de que, más pronto que tarde, el BCE tendrá que volver ya sobre sus pasos han fortalecido al euro. “La gran cuestión es cómo logrará Draghi introducir una reducción gradual del QE (‘tapering’) sin empujar al euro a niveles que dañen a las economías europeas, un dilema difícil incluso para ‘SuperMario’“, expone Konstantinos Anthis, analista de ADS Securities

No hará falta esperar demasiado para comprobar cómo encara Draghi este dilema. Porque tendrá otra oportunidad para pronunciarse el próximo 7 de septiembre, fecha en la que el Consejo de Gobierno del BCE celebrará una nueva reunión de política monetaria. Sin duda, la fortaleza de la divisa será la protagonista de la cita. Draghi será preguntado por ella. Y sus palabras serán claves para saber si continuará subiendo o no. O su silencio. Porque quien calla, otorga.

 Fuente: Bolsamania.com

Source: Economia