No hace mucho, Gary Cohn planeaba un ambicioso programa económico para el gobierno de Donald Trump en el 2018.

Alentado por la ambiciosa reforma fiscal recién aprobada, con fuertes rebajas a los impuestos que se suponía debían impulsar la economía, el principal asesor del presidente en ese terreno elaboraba una lista de prioridades que afectaban casi todos los sectores. Había un programa de 200.000 millones de dólares para obras de infraestructura. Regulaciones a ser dejadas sin efecto. Programas sociales a ser eliminados, modificaciones a las regulaciones bancarias, una reestructuración de la financiación de viviendas, una nueva ley agrícola.

Todo eso quedó en veremos el martes con la renuncia de Cohn, que plantea serias dudas en torno al rumbo que tomará la economía en momentos en que los republicanos encaran las elecciones de mitad de término con una oposición demócrata revitalizada.

La partida de Cohn sigue a las de otras figuras de renombre y es producto de sus diferencias con Trump en torno a los aranceles que el mandatario decidió cobrar a las importaciones de acero y aluminio. En un reflejo de la confusión que reina en el equipo económico, el anuncio de las tarifas tomó por sorpresa a muchos en la Casa Blanca. El anuncio de Trump irritó además a legisladores republicanos que se oponían a esa medida y alarmó a numerosos economistas que creen que puede desatar una guerra comercial en la que Estados Unidos saldrá perdiendo.

Ahora que no está Cohn, por otro lado, es probable que el gobierno ponga más énfasis en una política comercial de línea dura.

Con su decisión de imponer aranceles, Trump procura poner en marcha una transformación de un sistema económico mundial que, según él, se aprovecha de Estados Unidos. Llegó a la presidencia con la promesa de que combatiría los acuerdos comerciales vigentes y eliminaría la brecha entre las exportaciones estadounidenses y las importaciones, que son mucho más altas.

Cohn se oponía a las tarifas anunciadas por Trump la semana pasada. La mayoría de los economistas afirman que los aranceles harán que aumenten los precios que paga el consumidor estadounidense y perjudicarán al mismo tiempo a varias empresas nacionales. Las exportaciones, por otra parte, probablemente tengan que sobrellevar medidas de represalia de otras naciones.

Resta por verse qué resultados obtiene Trump en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá, y si Europa toma represalias por los aranceles.

Otras prioridades podrían pasar a un segundo plano. Una propuesta que contempla asignar 200.000 millones de dólares en fondos federales para apuntalar un proyecto de infraestructura de 1,5 billones de dólares difícilmente salga adelante en el Congreso. Y tampoco parece tener buenas perspectivas una propuesta de exigir a mucha gente que recibe beneficios públicos que trabaje.

Cohn no es el primer asesor de algo nivel que deja la Casa Blanca. Su segundo, Jeremy Katz, se fue en enero. Un importante asesor de políticas internas, Paul Winfee, partió hace poco. Reed Cordish, importante enlace con la comunidad empresarial, también se fue. La partida de toda esta gente hace que resulte más difícil fijar prioridades e implementarlas.

La Casa Blanca destaca que Cohn dejó un equipo de expertos capaz de manejar la situación mientras se designa un nuevo director del Consejo Económico Nacional.

Ya antes del alejamiento de todos estos funcionarios el gobierno tenía problemas para implementar sus políticas. Las primeras semanas de la presidencia de Trump estuvo marcada por esfuerzos para impedir el ingreso de personas de siete países mayormente musulmanes a Estados Unidos. El anuncio generó caos en los aeropuertos y dio paso a una serie de demandas.

Al tratar de sacar adelante políticas sobre salud, inmigración e impuestos, irritó a los legisladores con promesas vagas que después no se preocupaba por cumplir. Los legisladores ya se han hecho a la idea de que Trump puede cambiar de parecer de un tuit a otro.

Fuente: Reuters


Source: Economia