Al sentirse en los mercados emergentes los efectos de la subida de las tasas de interés de EE.UU. y el auge de dólar, la Argentina se cuenta entre los países más castigados por los inversores. La corrida, provocada por preocupaciones de que quienes dependan mucho del crédito en dólares sentirán la mayor presión, ha llevado a los inversores a afirmar que el país debe aprobar un presupuesto sostenible y comunicar una estrategia económica coherente que vaya más allá de pedir apoyo al Fondo Monetario Internacional.

El lunes el ministro de Finanzas, Nicolás Dujovne , anunció medidas que apuntan a recuperar la confianza de los inversores reduciendo el déficit fiscal primario, que se proyecta en un 2,6% para este año, a 0% del PBI en 2019. Eso involucra implementar un impuesto a las exportaciones, reducir la cantidad de ministerios y reducir el gasto en proyectos de obras públicas y la nómina del estado, acciones que serán riesgosas políticamente al dirigirse la Argentina hacia elecciones el año entrante.

La divisa de la Argentina se tambalea y sus tasas de interés han sido elevadas al 60%, golpeando a los inversores que se volcaron al país en los últimos años luego de que superara un default de su deuda.

La confianza en la Argentina comenzó a menguar luego de que el gobierno elevara su meta inflacionaria en diciembre, lo que generó dudas en los inversores acerca de la independencia del banco central. Esa incertidumbre se vio aumentada cuando el banco central bajó sus tasas de interés en enero, pese a que la inflación superaba en mucho la nueva meta. Con creciente presión sobre el peso, el banco central comenzó a recurrir a sus reservas para sostener la divisa, vendiendo US$ 1470 millones el 25 de abril, la mayor intervención en el mercado al contado en años. Pero eso tuvo poco impacto y en el curso de ocho días el banco central inesperadamente subió su tasa de interés, llevándola al 40% a comienzos de mayo.

Para contener la crisis de la moneda, el presidente Mauricio Macri buscó el apoyo financiero del FMI . En junio el gobierno y el FMI acordaron una línea de préstamo de US$ 50.000 millones, mientras el presidente del banco central, Federico Sturzenegger , renunciaba y era sucedido por Luis Caputo. Aunque la movida fue apoyada inicialmente por los inversores, el peso argentino siguió depreciándose en medio de una corrida de las monedas de mercados emergentes, haciendo más caro el repago de la deuda externa del país. La semana pasada Macri apareció en la TV pidiendo que el FMI acelere el desembolso del paquete de rescate para cubrir los pagos de deuda del año entrante, lo que causó un hundimiento aún mayor del peso y que el banco central elevara su tasa de interés al 60%. Esta semana Dujovne planea reunirse en Washington con el FMI para pedir los fondos luego de anunciar recortes del gasto y nuevos impuestos.

A partir de 2016 la Argentina rápidamente acumuló deuda para re-infundir capital en una economía en problemas, buscando financiar un abandono gradual de las políticas de gasto a manos libres de la predecesora de Macri, Cristina Kirchner . Esa orientación buscaba evitar disturbios sociales como resultado de profundos recortes del gasto.

Pero los inversores dicen que el gobierno demoró medidas de ajuste fiscal impopulares que hubieran hecho menos dependiente a la Argentina del capital externo.

La popularidad de Macri se hunde en medio de una inflación descontrolada y las perspectivas de recesión. Las medidas de austeridad de su gobierno son riesgosas políticamente frente a las elecciones del año entrante, dado que los argentinos ya están molestos por la subida de las tarifas de los servicios y se oponen a los nuevos impuestos, mientras que poderosos sindicatos se opondrán a los recortes en el empleo estatal.

Por Julie Wernau y Ryan Dube. Traducción de Gabriel Zadunaisk.

Fuente: YahooFinanzas.com


Source: Economia